T1. C5. Luna llena

¡ADVERTENCIA! Este cuento es la continuación de otro. Sugerimos comenzar la lectura por el Capítulo I: Arpías

No hay nada de mito en esto. Es pura verdad. Las personas juzgan más al resto de las criaturas por su apariencia que por lo que son en realidad. Está en la tapa del libro. Todo el mundo lo sabe. Y en especial aquellos, que como yo, por ser diferentes, son discriminados y tachados de un montón de adjetivos negativos sólo por tener una apariencia salvaje. Si quien está leyendo esto es un hombre lobo, sabe muy bien de que hablo.

Sí, por raro que parezca soy un hombre lobo. En verdad somos una población bastante amplia, pero como explicaba con anterioridad el miedo a la discriminación nos ha llevado a través de los años a ocultar nuestra verdadera naturaleza. Hay dos errores muy comunes que se comenten con respecto a las historias de hombres lobos. Uno, que somos lobos solo en los días de luna llena. Segundo, que en esos días de luna llena nos ponemos violentos.

A ver si me explico. Nosotros en verdad somos mitad humanos y mitad lobos y violentos, todo el mes. Está en nuestra naturaleza. Pero, como el resto de las criaturas, al igual que los humanos, hemos evolucionado como especie y hemos aprendido a controlar nuestros impulsos salvajes y convivir en sociedad.

Por otro lado hay dos cositas que no puedo dejar de admitir. Es verdad, que esas noches de luna llena son particularmente difíciles de sobrellevar, pero nosotros, los hombres lobos nos hemos limitado a imitar al resto de los mortales en ese sentido y dedicarnos a sedarnos, con la cotidiana y poco mágica ayuda farmacéutica. Y la otra gran verdad sobre el mito de los licántropos es que somos verdaderamente peludos.

Somos un poco bastante torpes también. De lo torpe que soy se me olvidó presentarme. Mi nombre es Manuel, me dicen Manu y soy un hombre lobo. Tengo 25 años y mi mayor ambición es llegar algún día a ser un artista famoso. Un músico para ser más específico. Toda mi vida estuve en estrecho contacto con la música y más padres siempre me han apoyado y estoy más decidido que nunca a perseguir mi sueño.

Pero para lograr todas mis metas antes debía de deshacerme al menos un poquito de mi pelito. Bueno, no de todo. De más está decir que no pretendo andar por la vida absolutamente pelado. Como seres “especiales”, por llamarnos de alguna manera, nosotros necesitamos soluciones especiales. No hay depilación láser que valga. Tampoco cera o crema depiladora. Del depilady no quiero ni hablar. La única solución que realimente tenemos, aquellos hombres lobos que estamos dispuestos a deshacernos un poco de ese pelo, que es parte de nuestra identidad, es acudir a un bruja.

El encontrar una bruja dispuesta a ayudarme no era una tarea tan sencilla como lo creí al principio. Es un negocio en el que está plagado de chantas y dice ser. Uno no puede limitarse a abrir las páginas amarilla y leer debajo de la sección bruja depila hombre lobos. Tampoco hay Google que valga para estos casos.

Además aparte de lo que significa la escabrosa búsqueda, un vez que se encuentra a la dicha bruja y que la misma genera confianza en uno, hay que convencerla para que nos dé una mano. Y eso tampoco es tan fácil. Hay pocas brujas entrenadas para tal tarea. Además una vez que se le encuentra lo mejor es vivir lo más cerca posible de ellas, para asegurarnos que nada malo va a ocurrir y que en tal caso ella va a estar cerquita para darnos una mano salvadora.

Por suerte para mí, la odisea de encontrar a tan amable personaje terminó antes de comenzar. Una amiga de una prima de una tía de la hermana de la cuñada de mi madre, conocía a una. Y la cosa se ponía mejor. Al parecer no solamente la joven bruja estaba más que dispuesta a ayudarme sino que también sabía que en el edificio donde ella vivía había un apartamento disponible.

Así que sin pensarlo dos veces y deseando embarcarme finalmente en mi sueño, me mude a mi nuevo hogar. Todo era muy extraño y excitante a la vez. De ahora en más debería de mantenerme por mi mismo dando clases de guitarra y piano a niños. También me había unido a una pequeña banda que tocaba en bares y cosas por el estilo.

Solo faltaba la etapa final para estar en carrera hacía mi sueño. Deshacerme de mi enrredable melena. Clara, que así se llamaba la bruja de al lado, me dijo que la poción iba a estar lista recién para dentro de un mes. No me desesperé. Por qué a ver si dejo un punto bien en claro. No es que yo tuviera ningún tipo de urgencia por perder el pelo. No, nada que ver. Es que yo entendía que si la sociedad rechaza incluso a aquellos que se asemejan más a su ideal de perfección, que son capaces de hacer con esos que ni siquiera vinieron completos de fábrica. O en mi caso sobrados.

Un mes entero espere pacientemente. Y después, cuando Clara me lo indicó, me tomé el asqueroso brebaje 3 días antes de la luna llena. ¿O tres días después? Bueno, la verdad es que nunca me acuerdo. Lo cierto es que en aquel momento tampoco me acordé. Y me lo tome mal. No importa que fuera tres días antes o tres días después, lo cierto es que le erré como a las peras.

En verdad que sucediera aquello era totalmente predecible. Tuve que ingeniar un peligroso sistema para tomarme las pastillas tranquilizantes y para acordarme de pagar las cuentas. Pero la pócima estaba fuera de todo plan y se me pasó terriblemente. Quede del todo pelado. Cual bebé. Fue un espanto mirarme al espejo a la mañana siguiente y descubrir que en mi cabeza no había ni un condenado pelo.

Es día descubrí que Clara además de bruja era una ángel. Era obvio que la culpa había sido toda mía por torpe. Ella se ofreció a prepararme un remedio para aquella sorprendente calvicie. Todo un día estuve ocultando mi pelada cabeza debajo de un gorro de pescador de cuero que me presto uno de mis vecinos. Pero al fin mis pelos volvieron a crecer. Y ahora en un largo y cantidad socialmente aceptados.

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