T1. C13. Los hilos de Rafael

¡ADVERTENCIA! Este cuento es la continuación de otro. Sugerimos comenzar la lectura por el Capítulo I:Arpías

Como persona que se dedica a trabajar con el futuro de la gente, sé que el porvenir puede ser muy injusto. Hay vueltas de la vida, giros, sorpresas, que las personas no ven venir. Esas cosa que nos agarran desprevenidos y nos dejan pensando qué fue lo que pasó, cómo llegamos a cierta situación y qué elecciones nos hicieron estar en donde estamos.

El amor es uno de los aspectos de la humanidad más impredecibles. Nos agarra de sorpresa cuando se da, nos maravilla, nos impacta, nos cambia la vida. Aunque en el momento que se va también nos altera. Nos entristece, nos hiere, nos vuelve a cambiar la existencia.

De las cosas que menos me gusta coser en la ropa de mis clientes, ganan por lejos las tragedias amorosas. Mientras con ayuda de Clara, una soleada tarde de sábado y bajo las estrictas órdenes de Margot arreglaba el jardín del edificio, no podía alejar de mi mente un vestido rosado que había tenido que coser aquella semana. La tela era del mismo color alegre de las flores que estábamos plantando, pero mis puntadas auguraban una historia mucho más triste.

El trabajo del jardín ayudaba a distraer mi mente y estar cerca de Clara siempre se sentía bien. Era tan fácil hablar con ella, nos entendíamos con pocas palabras y nos reíamos mucho cuando estábamos juntos. Aquel día plantábamos toda una jardinera nueva junto a la ventana del cuarto de Margot.

-Creo que si intercambiamos unas flores rosadas, con estas blancas y algunas pocas rojas, va a quedar súper lindo –dijo Clara, que al colocar la planta que tenía en la mano en la tierra, sus dedos acariciaron mi mano y sentía como una energía recorría desde mis extremidades hasta mi espina.

-Me parece una muy buena idea –no podía dejar de mirar en sus ojos y creo que ambos sentimos como el aire se tensaba –Entonces esta la ponemos acá seguro –dije colocando un poco de tierra sobre la planta que ella había situado frente a mí. Nuestras manos se volvieron a acercar y ahora rocé de forma intencional sus dedos con más presión.

-Clara, ¿podes hablar un segundo? –dijo Gastón apareciendo detrás de nosotros.

Decir que la interrupción me molestó bastante es poco. Clara tampoco parecía muy contenta con la situación, pero separando sus manos de las mías se levantó y despidiéndose se alejó con Gastón y se metieron dentro de la casa de él. Nadie lo hablaba de forma abierta, pero había algo sospechoso en aquel hombre. Una cosa que incomodaba y hacía sospechar de él.

De todas formas no pude detenerme a pensar mucho rato en aquel misterioso vecina y que asuntos tendría con Clara, porque una sorpresa muy desagradable me sacó de cualquier cavilación. Seguía allí, aun plantando las flores, cuando furiosa y veloz apareció la clienta a la que le había cosido aquel vestido y lo revoleaba en sus manos.

-Esto no se suponía que tenía que terminar así –me gritó la mujer, una señora que pisaba los 50 años, unos cabellos rojos como el fuego y vestía un traje rosa, su color preferido. Agitando el vestido se vino sobre mí.

-Por favor señora Domínguez, no hagamos una escena aquí –dije mientras intentaba empujarla de forma sutil hacia mi casa.

-¿Qué no haga una escena? –me gritó todavía más enojada negándose a moverse del jardín -¡Claro! Es muy fácil para vos decir eso, no fue a vos a quien tu costura le arruinó el futuro.

-Por favor, usted sabe tan bien como yo que soy un simple instrumento. Que lo que pasó no es culpa mía –dije susurrando –¿Por qué no seguimos la charla en mi casa?

-¿Está todo bien Rafa? –María Paula bajaba las escaleras de su casa en aquel momento -¿Qué pasa?

-Sí Pau, todo bien, no pasa nada –dije intentando que la situación no se me fuera de las manos.

-¿No pasa nada? –dijo la señora Domínguez agitando el vestido ahora ante la cara de María Paula –Este maldito cosió para mi este horror que me arruinó la vida.

-Pero si a mí me parece precioso –dijo mi joven vecina mirando tomando la prenda y mirándola con atención –Te quedó súper bien Rafa. Uno de estos días te voy a pedir que me hagas algo.

-¡Oh no! No querés que este maldito te cosa nada –la señora Domínguez le arrancó el vestido de las manos a María Paula –Por su culpa mi novio me dejó.

-Señora, sabe muy bien que no fue culpa mía –no sabía que más decir, me estaba poniendo en un aprieto.

-¿Qué pasa Rafa? –dijo Clara que venía seguida de Gastón -¿Algún problema?

-El problema es que por culpa de este hombre cruel mi novio pensó que nuestra diferencia de edad era mucha para él y me dejó –dijo mi clienta mirándome con crueldad.

-Señora, si su novio piensa que está vieja no es culpa de Rafa y su precioso vestido –dijo Paula mirándome divertida.

-Es culpa de él, porque alguien que se dedica a cuidar el futuro de las personas debería ser más delicado con éste –dijo la señora Domínguez haciendo énfasis en cada palabra.

Todas las miradas se centraban en mí en aquel momento se centraron en mí. Los ojos de mi clienta echaban chispas que podían llegar a quemarme. María Paula observaba el vestido y parecía estar debatiendo entre preguntar algo o no. El contraste entre Clara y Gastón no podía ser obvio, mientras ella me miraba con evidente preocupación, el galán del edificio parecía divertido.

-Señora, está usted muy loca. Volvamos a lo nuestro Clara –dijo Gastón y después que le hube hecho una seña a la chica de que todo estaba bien, ella lo siguió.

-No es justo que alteres así mi vida –la señora Domínguez estaba cada vez más cerca de mí –No debería permitirse…

-¡Señora Domínguez! –gritó Margot saliendo de su casa -¿Sería tan amable de acompañarme con una taza de té?

Resignada, mi clienta respiró profundo, ella conocía a Margot y sabía que aquello era una orden y no una sugerencia. Antes de irse, la señora Domínguez me lanzó una última mirada de odio profundo y tirando el vestido sobre mí, se dirigió a lo de Margot. María Paula estiró su mano de forma tentativa e intentó sacarme la prenda.

-Este no es para vos Pau –dije resignado –Pasa mañana por casa y te hago uno.

-¡Genial! –dijo la chica que me dio un beso y siguió su camino dando saltitos.

Observé el vestido resignado mientras entraba a mi casa. No era ninguna sorpresa que la señora Domínguez hubiera reaccionado de aquella manera. No debía ser fácil para nadie aceptar lo que le había tocado vivir a ella. Pero yo no había podido hacer nada para cambiar su destino. Parecía no tener sentido que alguien que pudiera estar tan enamorado pudiera cambiar de idea así, de un día para otro. Pero aquel muchacho lo había hecho y no había nada que yo pudiera hacer para cambiarlo.

Le preocupaba que clientas como aquella, que sabían a lo que se dedicaba en verdad, le arruinaran la vida. Margot estaba al tanto de todo y lo ayudaba. Tenía claro que tanto a María Paula como a Gastón no les podía importar menos lo que hiciera con su vida, pero no quería que Clara se enterara, al menos no de aquella forma.

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