París, finales de 1862. Víctor Hugo estaba en la esquina de siempre, al acecho. Sabía que Cosette vendría ese día como lo había hecho en los pasados 30 años. Conocía demasiado bien la psicología de aquel personaje como para poder considerar siquiera la posibilidad de que ella no fuera esa vez.
Por que la verdad era que Cosette, como tantos otros personajes literarios de la historia, había sido un espectro. Un espectro imaginario, inventado por algún escritor que no había tenido la oportunidad, el valor o las ganas de inventarle un universo en donde ella pudiera vivir y desarrollarse. Y al igual que todos los otros espectros, Cosette deambulaba por el mundo perdida, buscando un cuerpo que habitar, una vida que vivir.
Cosette se había enamorado de la persona y de la vida de María hace ya 15 años. Desde que la eligió había estado intentando tomar posesión del cuerpo de la inocente muchacha sin éxito alguno. El tiempo se le estaba acabando. La mujer ya no era ninguna niña y Cosette no quería tomar parte del mundo para tener que morir a los pocos años.
El que Cosette se arriesgara cada día más hacía la función de Víctor Hugo un poco más sencilla. La guardia de ella estaba cada vez más baja y vulnerable. Pero lo cierto es que Víctor Hugo no era ni un día más joven tampoco. Después de 30 años persiguiéndola se sentía ya muy fatigado y lo único que quería era que ella se rindiera de una buena vez.
Había conocido a Jean Valjean, Javert, Marius y a Cosette en una misma semana de servicio. Ellos no tenían la personalidad idéntica a lo que fueron una vez que “Los miserables” estuvo terminado, pero eran personajes fuertes, encantadores, seductores hasta el límite. Y Víctor Hugo decidió que debían de ser su presa. Que él debía de capturarlos y darles una historia, un mundo donde vivir, para que dejaran de vagar por el mundo intentando poseer cuerpos de personas inocentes.
En un comienzo Víctor estaba fascinado. Marius, Javert y Valjean habían caído presos con una facilidad admirable. Se había hecho de ellos tres en la misma semana y ya había comenzado a trabajar con los personajes, a darles un universo de referencia, un propósito. Eran buenos espectros, cooperaban con el trabajo del escritor y tenían hasta sus propias sugerencias de cómo debían de darse los acontecimientos.
Todo parecía ir a pedir de boca sin ser por el pequeño detalle de Cosette. Ella había sido de los personajes más difíciles de los que Víctor había tenido que perseguir jamás. Revoltosa, pero decidida, podía pasar mucho tiempo recluida, por aquí y por allá, lejos de donde la legión de escritores pudiera encontrarla, lejos de la pluma que pudiera atrapar su esencia en un libro.
Otro escritor, un inglés llamado Charles, se había encantado con el personaje de Cosette también. Dijo que él la quería para una de sus novelas y de disputó con Víctor la oportunidad de ser quien la capturara. Finalmente la legión había dado piedra libre y permitió que ambos hombres tuvieran la oportunidad de buscar e intentar capturar a la tan codiciada Cosette. Pero tan difícil resultaba el hacerse de ella que el legionario sajón desistió y dejo la ardua tarea solo en manos de Víctor Hugo.
Después de un tiempo fue la legión la que le trajo problemas al escritor. Se quejaban de que no podían permitir que uno de sus agentes tan valiosos como era Víctor desperdiciara toda su carrera solamente atrás de un personaje. Sin contar además la dificultad que representaba tener en cautiverio esencias tan importantes como las de Valjean, Javert y Marius sin hacer nada con ellos.
Finalmente 1862 había sido el último año que la legión le había dado a Víctor Hugo para que terminara “Los miserables” con o sin el personaje de Cosette. Y cuando el escritor ya casi había perdido la fe, fue que descubrió lo que le pasaba a Cosette con María. Víctor era un agente caza personajes veterano y sabía muy bien que cuando un espectro rondaba tanto a una persona era por que quería poseerla y al juzgar por las actividades de Cosette aquella era claramente su intención.
Y una noche por fin se le dio. El pobre personaje estaba tan desesperado que se olvidó de que Víctor ya la había perseguido por allí en otra oportunidad. El hombre la esperó y en un descuido le dio captura. La llevó con él a donde tenía los otros personajes y con su genio que lo caracterizaba unió todos los folletines que componían su obra maestra y con la ayuda de Cosette dio fin a “Los miserables”.
Desde ese entonces las almas de los personajes que forman parte del libro están placidas y felices. Son seres fuertes y forman parte de una historia inolvidable, por lo que pocas son las oportunidades de que vuelvan a vagar libremente por el mundo. Pero ha pasado en ocasiones anteriores que personajes asombrosos de historias débiles se han desprendido de sus relatos y volvieran a flotar con libertad por el espacio.