Las sospechas de todos

¡ADVERTENCIA! Este cuento es la continuación de otro. Sugerimos comenzar la lectura por el Capítulo I:Arpías

El día de Iemanjá era la celebración favorita de Margot, por lo tanto un evento ineludible en el edificio de Freaks. Durante todo el día los inquilinos no tenían más remedio que dedicarse a decorar la casa y preparar las ofrendas que llevarían por la noche a entregarle a la diosa del mar.

Los preparativos estaban todos divididos entre aprontar los regalos que ofrecerían al caer la noche y otra parta de los mismos estaban destinados a realizar comida y decorar el edificio para ellos mismos y sus invitados que vendrían después, cuando ellos volvieran de la playa. Entonces celebrarían una gran fiesta donde no faltaría la bebida, la música y el baile.

El ambiente estaba muy caldeado aquel día en el edificio Freaks y no se debía sólo al calor del verano. La relación entre todos los habitantes que siempre había sido muy amena y cordial en general, se había ido tensando ante las actitudes sospechosas de cada uno de ellos. Quien más incómoda se sentía y a quien más le molestaba todo era a Sandra. Su naturaleza reservada la hacía observar a todos con recelo.

Lo que hicieran sus vecinos solía tenerla sin cuidado, pensaba ella mientras colgaba una guirnalda de flores sobre una ventana. Pero eso no era del todo cierto cuando se refería a algunas personas. Clara y Rafael estaban en aquel momento colocando un mantel sobre una gran mesa donde después pondrían la comida. La forma en que los dos se miraban hacia saltar chispas y Sandra no podía dejar de mirarlos.

Verlos así la irritaba de sobremanera. Todo le molestaba aquel día. El calor quemaba su piel, tener la camiseta transpirada y pegada al cuerpo no contribuía. Sentía la cabeza en llamas y ver a Clara tan fresca y cómoda la hacía arder aún más, hasta que no pudo contener más el fuego dentro de ella y explotó.

-Parece que fueras bruja, Clara -dijo Sandra dejando la guirnalda en el suelo y acercándose a su vecina -¿Cómo hacés para conservarte tan fresca?

-Sandra, querida, ¿te estás insolando? -Mariana que estaba armando un pequeño altar de velas con sus hermanas en un rincón del edificio se acercó a Sandra y le puso la mano sobre la cabeza -Estás ardiendo, deberías mojarte.

-Soltame maldita arpía, las que están siempre calientes son tus hermanas y vos -dijo Sandra soltándose de Mari y acercándose más a Clara.

-Tranquila Sandra -dijo Manuel poniéndose de pie. Estaba en aquel momento sentado debajo de la galería tomando una limonada con Gastón y Rodrigo -Vos tampoco es que seas una hadita inofensiva.

-Callate bola de pelos semi humana -Sandra fulminó a Manuel con la mirada -Esto no es asunto tuyo.

Si bien cuando la mañana había comenzado el aire estaba cargado, ahora era irrespirable. Los comentarios de Sandra no habían dejado a nadie indiferente. Las discusiones y acusaciones se generaron por todos lados.

-Manuel será un poco peludo, pero eso no lo hace menos humano -dijo Gastón poniéndose de pie y palmeandole la espalda a su amigo.

-Vos que decís si con esa pinta pálida y la piel helada pareces un vampiro -dijo Pau, más que nada resentida por un desplante que le había hecho Gastón en el pasado.

-¡Pero si yo lo estaba defendiendo! -Gastón se encogió de hombros y se volvió a sentar.

-¿Cuál es tu problema con los vampiros, arpía? -Bruno acababa de volver de hacer compras con Sebastián y ambos aparecieron en aquel momento en el patio.

Aquel comentario que venía del habitante más insulso del edificio, que parecía eternamente aburrido, liberó todas las represiones y se escucharon los insultos más intensos y acertados que se hubieran dicho jamás en aquel patio. Hasta Sebastián, que solía mantenerse al margen de cualquier conversación, se unió a la trifulca, más que nada para defender a Sandra que era atacada por todos los francos. La tomó de un brazo y la llevó debajo de la galería para ponerla un trapo mojado de agua sobre la cabeza. Todo el tiempo discutiendo con el resto de los vecinos.

Los gritos iban en aumento y parecía que la cosa se iba a poner física cuando Margot salió de su apartamento y se plantó sin decir nada en el medio del patio. Al instante todos se callaron y se miraron avergonzados.

-Hoy es el día de la gran diosa Iemanjá. Ella se merece respeto y celebración, no insultos y peleas -dijo la casera mirando a cada uno de los inquilinos -Si se van a pelear, elijan otro día.

El silencio se mantuvo una vez que Margot hubo entrado otra vez a su casa. Todos se miraron con hostilidad, nadie emitió comentario y cada uno fue volviendo a sus tareas. La batalla parecía haber acabado por aquel día, pero las sospechas estaban lejos de haber terminado.

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