La cola de Margot -parte 2

¡ADVERTENCIA! Este cuento es la continuación de otro. Sugerimos comenzar la lectura por el Capítulo I:Arpías

Cuando entraron en la casa de Margot todos pudieron escuchar con claridad el sonido de agua cayendo, que confirmaba que algo se estaba inundando. Cada uno fue ingresando en el salón y mojando sus zapatos en el charco de agua que parecía venir de la cocina que estaba al fondo de la casa y llegaba hasta la puerta.

La cantidad de agua que había por todos lados y oir como el corazón de Margot se ralentizaba hizo que Manuel se lanzara a la carrera, chapoteando sobre el agua. Todos fueron detrás de él, sin saber bien con qué podrían encontrarse. Sin lugar a dudas lo que vieron cuando atravesaron aquella puerta no se lo habían imaginado jamás.

En el medio de la cocina rococo de Margot, en el suelo frente a la pileta, en un charco de agua, estaba tirada la cacera. Parecía ser que la mujer había estado intentando arreglar la tubería y ésta había reventado, generando que el agua que saliera con fuerza, golpeándola y dejándola inconsciente. Lo malo es que había terminado desmayada boca abajo y el agua empezaba a ahogarla.

La imagen era muy dura de ver y muy shockeante para todos. Por suerte Manuel reaccionó rápido y no lo dudo un instante en dar vuelta a Margot y comenzar a darle respiración boca a boca. El resto de los presentes estaban paralizados, no sólo por el susto y el impacto de ver a la cacera al borde de la muerte, sino por el hecho de que allí, debajo del camisón floreado de Margot, donde deberían estar las piernas cortas y macizas de la mujer, había una inmensa cola de sirena.

Tal era el grado de estupefacción de todos los presentes, que Manuel logró reanimar a Margot antes de que nadie dijera una sola palabra. El sonido que hizo la mujer al escupir agua y volver a la vida hizo que todos reaccionaran por fin. Todos los hombres trasportaron desde el suelo de la cocina al salón a Margot, las tres hermanas fueron a buscar toallas y ropa para vestirla, mientras Clara, con ayuda de Sandra, cerró la llave de la cocina y comenzaron juntas a secar el piso. Una vez que los chicos dejaron a la cacera en el salón fueron a colaborar con el secado mientras las hermanas vestían a Margot.

Cuando todos fueron al salón, la dueña de casa ya estaba seca y llevaba un vestido verde chillón, su preferido, y en donde había estado la cola de sirena, había vuelto a aparecer sus piernas. Todos se fueron acomodando en los sillones y parándose donde había lugar. Durante un momento se generó un profundo silencio en la habitación.

-Parece que esto les cayó como un balde de agua -dijo Margot sonriendo a todos con cariño -Pero bueno, tengo algo que confesarles. Soy una sirena.

Todos se rieron nerviosos, sin saber bien que decir ni que pensar. Estaba claro que todos en aquel edificio era diferentes y ocultaban algo. Era difícil mirarse los unos a los otros y preguntarse que estarían ocultando y más aún, cuestionarse que estarían pensando los demás acerca de ellos mismos. Era hora de confesar.

-Bruno y yo somos vampiros -dijo Gastón con el descaro que lo caracterizaba -Pálidos, sexies y míticos.

-¡Era obvio! -gritó Pau indignada.

-Si era tan obvio, ¿cómo caíste en sus redes hermanita? -dijo María Agustina con toda la calma -Al fin y al cabo nosotras tampoco somos tan inocentes -respiró profundo y acotó -Somos arpías.

-¡Qué buena onda! -Manuel se sentó en el posa brazos, al lado de Mariana y puso su brazo sobre los hombros de ella -No tengo ni idea de lo que son, pero suena bien. Yo soy un hombre lobo -a pesar de que la frescura de Manuel aligeró un poco el ambiente, también causó una extraña mirada en Gastón.

-Yo soy un hada -confesó Sandra, encantada de dejar a todos boquiabiertos.

-Y yo un leprachum -dijo Sebastián para asombrar aún un poco más a todos.

-Nada que ver con la idea mental que tenía de uno -dijo Mariana mirando a Sebastián de pies a cabeza.

-Soy una bruja -dijo Clara evitando mirar a Rafael.

-Yo un modisto que cose el futuro -dijo Rafael mirando el suelo.

-¡Y nunca me quisiste coser nada! -dijo Mariana indignada, pero cambiando de actitud rápidamente -Bueno, casi que mejor.

Era un poco duro para la pareja descubrir aquel secreto que con tanto celo habían guardado de aquella forma tan brusca. Es verdad que estaban juntos desde hace muy poco, pero era difícil de digerir y más adelante de todo el mundo.

-Yo no soy nada -dijo Rodrigo plantándose en el medio del salón -Pero puedo hacer esto.

Con actitud desafiante y un poco de rastros de su borrachera, Rodrigo se sacó un ojo, una oreja y la nariz y comenzó a hacer malabares con ellos. Las tres hermanas lanzaron un grito horrorizadas a la misma vez y se taparon los ojos, Manuel aplaudió al malabarista entre risas y Margot le rogó que por favor devolviera todas las partes de su cara al lugar que correspondían.

Finalmente, una vez que confirmaron que Margot estaba bien y que la casa estaba en orden, todos fueron abandonado el apartamento de la cacera. Había sido una mañana muy extraña que había comenzado de una forma muy abrupta, sacudiendo la vida de todos los habitantes del edificio hasta sus propias raíces. Una nueva realidad se presentaba ante todos ellos, sólo el futuro podía decir de que manera seguirían las relaciones entre ellos.

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