T2. C2. Los prejuicios de Rafael

¡ADVERTENCIA! Este cuento es la continuación de otro. Sugerimos comenzar la lectura por el Capítulo I:Arpías

La luz que entraba por entre las cortinas molestaba a Rafael y no le dejaba dormir. Era eso o el tic tac del reloj del salón que nunca había sido tan fuerte. Algo lo mantenía en vela y no permitía que por más esfuerzo que hiciera volviera a conciliar el sueño. Mirando el reloj en su mesa de luz que marcaba las 4:17, vio justo pegada a ésta la estatua con forma de lágrima que Clara le había regalado hace un tiempo cuando él le había comentado que a veces tenía problemas para dormir.

Sentándose en la cama, tomó el pequeño adorno y lo observó con desconfianza. Vaya a saber uno que conjuro había lanzado Clara sobre aquel objeto inanimado para hechizar sus sueños. La conocía. Era verdad que sabía mucho acerca de ella y en el fondo estaba convencido que era una buena persona. Pero su experiencia con las brujas no había sido la mejor y eso le daba razones para dudar.

Siendo sincero consigo mismo, ¿cuánto sabía acerca de Clara de verdad? Si ella le había ocultado que era bruja, no había forma de prever en qué otras cosas más le estaría mintiendo. Sí, era cierto que él tampoco había sido del todo abierto en relación a su aspecto sobrenatural. La verdad era que le molestaba saber que ella era una bruja y enterarse después de haberse enamorado de ella.

Empezó a dar vueltas por su habitación, consciente de que ya no volvería a dormir. Desde que todos los secretos del edificio se habían destapado debido al accidente de Margot, las cosas se habían tensado entre ellos dos. Clara había intentado hablar con Rafael sin éxito. Para él era muy difícil. Su gremio estaba enfrentado desde épocas remotas con el de las brujas y tantos años de desconfianza no eran fáciles de superar.

Era aquella estatua lo que más le perturbaba. ¿Había querido Clara jugar con su futuro de alguna forma? ¿Tenía aquel adorno propiedades sobrenaturales? Seguramente fuera esta duda lo que no le permitía dormir. El cuestionarse de si ella había jugado con su vida de alguna manera era lo que lo mentía despierto cada noche. Pero eso se iba a acabar ahora mismo. Poniéndose unos pantalones deportivos sobre la ropa interior y sin molestarse en llevar una camiseta, Rafael se dirigió a la casa de Clara.

¡Clara! –gritó Rafael golpeando la puerta del apartamento de su vecina una vez que subió las escaleras –Necesito hablar contigo. Abrime.

El patio del edificio estaba en silencio y no había ninguna luz encendida. Todos los apartamentos tenían las persianas bajas y reinaba una calma absoluta. Hasta que fue interrumpida por un nuevo golpe de Rafael en la puerta de Clara, esta vez más fuerte y persistiendo más que la vez anterior.

Rafa, ¿qué hacés? –preguntó Pau asomándose a la puerta de su casa –¿Sos consciente de la hora que es?

Pau, volve a dormir. Siento haberte despertado –dijo Rafael acercándose a la arpía –Sólo necesito hablar con Clara.

Hace semanas que no le hablas. ¿Tienen que retomar sus charlas ahora? ¿No puede esperar esto hasta mañana? –Pau lo miró con hartazgo.

Déjalo Pau, de todas formas ya me despertó –Clara abrió la puerta de su casa y se hizo a un lado, invitando a Rafael a entrar –Gracia igual.

Sin esperar nada más, Rafael entró en la casa de Clara y después de dejar la estatua de la lágrima sobre la mesa de la cocina, comenzó a dar vueltas por el salón, que estaba unido a la otra habitación. Clara cruzó la cocina, observó el adorno y dejándolo donde estaba continúo avanzando hacia el salón. Ignorando a Rafael que se movía como un felino enjaulado, se sentó en el sillón.

Decime la verdad –dijo Rafael deteniéndose un momento para señalar con su mano a la estatua –¿Esa cosa tiene algún hechizo?

Lo tenía –dijo Clara y acotó sin darle tiempo a decir nada a Rafael que había puesto cara de horrorizado –Ya no más. Era un simple conjuro para proteger tus sueños. Magia sencilla e inocente. Nada de lo oscuro y temible que te imaginaras que hago.

Ustedes no tienen derecho a jugar así con el futuro de la gente –Rafael se plantó delante de Clara inclinándose ligeramente hacia delante –Ese no es su trabajo. No saben lo que están haciendo.

Veo que tenés bien claro todo acerca de lo que hacemos las brujas –dijo Clara cruzando sus brazos –¿Tuviste una mala experiencia con alguna? ¿No estás ni siquiera un poco interesado en saber si soy igual a ella?

Por más que Rafael intentara ser reservado, desde que había dejado a Clara entrar en su vida, ella había aprendido a leer lo que le pasaba con una facilidad que lo dejaba azorado. En esa oportunidad ella había vuelto a acertar y él no quería que lo supiera. Una parte de él sabía que tenía razón, que lo que le había ocurrido antes no tenía nada que ver con Clara y que estaba siendo un poco cruel empujándola de aquella forma, sin darle siquiera una oportunidad.

Eso no tiene nada que ver con nosotros –Rafael se alejó del sillón y le dio la espalda a Clara.

¡Exactamente! –Clara se puso de pie y se acercó a su ex novio –¿Por qué no intentamos hablar con más calma?

Es un poco tarde para hablar –Rafael miró a clara con dureza –Lo siento, pero ya no puedo.

Sin decir una palabra más, Rafael dejó a Clara sola de pie en el medio del salón. Él conocía y sabía que ahora no podía hacer nada. La situación lo superaba, sólo el tiempo podría calmar las cosas entre Clara y él. Aunque también tenía claro, de que no había forma de asegurar de que llegado el momento, ella quisiera arreglar las cosas.

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