¡ADVERTENCIA! Este cuento es la continuación de otro. Sugerimos comenzar la lectura por el Capítulo I:Arpías
Ser hombre lobo no es tarea fácil. Pero tampoco puedo negar que tenga bastantes ventajas. Tener el oído más fino del espectro humano, incluyendo todas las variedades sobrenaturales, es un punto muy favorable. Los licantropos contamos con una rango más amplio y diferenciado, que nos permite reconocer con más exactitud toda la escala de sonidos. Por eso se nos da tan bien la música, hay tantos compositores que pertenecen a mi especie y disfrutamos tanto de cantar y tocar.
Mi lugar favorito para afinar mis habilidades es, desde el día en que me mudé, el patio del edificio, en especial cuando me ponga a ensayar con mi guitarra acústica. Aquel sábado estaba muy tranquilo el lugar, así que me senté en el banco de madera de siempre, debajo de la enredadera, con mi instrumento sobre la falda dispuesto a tocar, cuando un ser desagradable se interpuso en mi camino
-¿Qué hacés acá, Manuel? -preguntó Gastón desde el umbral de su casa.
-¿Qué te parece que estoy haciendo? -pregunté irritado mientras continuaba afinando mi guitarra.
-Ocupando un lugar público y llenándolo con tus pelos apestosos -Gastón se paró delante de mi con sus brazos en jarra -¿Por qué no vas a practicar a tu casa?
-Porque estoy más cómodo acá -dije sin levantar la vista de mi instrumento.
Ante mi sorpresa, Gastón no dijo más nada y se volvió a meter dentro de su casa. La enemistad entre hombre lobos y vampiros era una maldición que ambas razas arrastrábamos desde el principio de los tiempos. Al igual que todo odio irracional, era algo que se había pasado de generación en generación sin mucho argumento y sin que nadie tuviera muy claro por qué había empezado.
En lo personal nunca me había afectado mucho ese prejuicio. Es cierto que antes de vivir en Freaks no había conocido casi a ningún vampiro y menos que menos convivido con uno. Desde que me había enterado de la verdadera naturaleza de mi vecino, una lucha interna se había dado dentro de mi.
No quería ser una persona prejuiciosa que se guiaba por ese tipo de resentimiento de antaño, considero que eso es algo muy poco Rock and Roll. Pero la situación había sido tan rara desde el día de la inundación y Gastón parecía que no se lo había tomado nada bien, que había terminado por contagiarme del clima apático que invadió a todo el edificio.
-Si es necesario que estés acá, repartiendo tus pelos por todos lados -Gastón volvió a salir de su casa y ahora llevaba una escoba con él -, tenemos que hacer algo para que la peste no se esparza.
-¿Te comiste una ensalada de ajo? -no podía creer que mi vecino, a quien había llegado a considerar casi un amigo, estuviera teniendo en ese momento una actitud tan odiosa -¿Te dio un rayo de sol en el medio de la cabeza?
-Sólo estoy cuidando nuestro espacio común para que tu fiebre canina no lo invada todo -Gastón estaba cada vez más cerca mío, agobiándome con su constante barrido.
-¿Podés dejar de hacer eso, por favor? -me alejé del banco en el que estaba y apoyé la guitarra contra la pared -No puedo creer que a esta altura de la humanidad te dejés influenciar por prejuicios milenarios.
-Tus pelos son los que tienen pinta de ser de antaño -Gastón observaba la basura que se había acumulado a sus pies con desagrado -Tu especie nunca se identifico por su higiene, ni su sentido del honor. Igual que se podía esperar, al final de cuenta son sólo perros que caminan en dos piernas.
-Por lo menos nosotros estamos vivos -dije plantándome delante de Gastón -Y eso es mugre de la casa, culpa de Margot y no mía.
-Creo que se podría decir que estoy bastante vivo -dijo Gastón casi que pegando su cara a la mía y mostrándome sus colmillos.
-¿No me digas? No parece mucho -le respondí sintiendo que un rugido se formaba en mi pecho.
-¡Gastón! ¡Manuel! -Margot estaba de pie a medio metro de nosotros y no se la veía nada feliz -No puedo creer que estén actuando como un chucho y un chupa sangres cualquiera. Esperaba más de ustedes.
-¡Margot! -dijimos los dos a la vez sintiéndonos ofendidos por el desprecio de la cacera.
-Sé que les molesta que los trate así, pero deberían ver lo idiotas que parecen peleando por lo que son. Antes eran amigos. Se conocían, se respetaban y se querían -cuando dijo eso ambos dejamos escapar un gruñido -Mi punto es que esto es estupido.
-Estoy de acuerdo contigo Margot -Gastón agarró su escoba antes de meterse en su casa me miró con desprecio y dijo -Estupido.
Sin mirar a Margot ni a la puerta que se había cerrado detrás de mi vecino, tomé mi guitarra y me dirigí hacia mi casa. Aquella situación me molestaba. Y mucho. Después de colocar la guitarra con cuidado en su soporte, dejé escapar un profundo aullido que retumbó por todo el barrio.