T2. C5. Las orejas de Rodrigo II

¡ADVERTENCIA! Este cuento es la continuación de otro. Sugerimos comenzar la lectura por el Capítulo I:Arpías

Pum, pum, pum. El ruido era simplemente insoportable. Las obras en el edificio abandonado pegado al de Freaks habían empezado hace un par de semanas y estaban volviendo locos a todos los habitantes de la comunidad. En realidad casi a la totalidad de los vecinos. Sólo había una a quien el golpeteo incesante le era indiferente: Rodrigo.

El vecino ex mafioso, que ahora colaboraba a tiempo completo con la policía, era el único que podía disfrutar del patio con toda la comodidad del mundo. Aquel miércoles por la tarde Mariana lo miraba con odio desde la ventana de su casa, mientras Rodrigo, con toda la tranquilidad leía un libro sentado a la sombra de la enredadera. Mari no podía tolerar estar un segundo fuera de su casa más de lo imprescindible, y de verdad extrañaba la frescura del patio.

A Mariana no le gustaba hacerle crueldades a la gente y no se solía meter con nadie, si su naturaleza de arpía se lo permitía, claro. Pero situaciones extremas requerían medidas extremas. Mirando con ligero odio a Rodrigo, a través de la ventana, se le ocurrió que él sería la clave para acabar con la molesta situación.

A pesar de que el pario era un infierno de golpeteos, los odios de Rodrigo no sentían nada porque sus orejas estaban guardadas en una caja a prueba de sonidos, ideal para la cartera de la dama y el bolsillo del caballero. Imprescindible cuando se viaja en avión con un bebé que llora o un concierto de una banda muy mala. El joven estaba disfrutando de su aislamiento total del sonido, cuando de forma repentina la canción de moda del verano comenzó a sonar en sus oídos, a un volumen tolerable, pero igual de insufrible.

Segundos después bajó por las escaleras Mariana, llevando con ella un pizarrón, un draipen y un borrador. Se plantó delante de su vecino y escribió una nota, que después le enseñó a Rodrigo, quien se tuvo que sacar el parche para poder leer lo que había escrito la arpía.

“Tengo tus orejas”.

-Me lo imaginé -dijo Rodrigo un poco más alto de lo que pretendía -¿Qué querés?

“Que convenzas a Clara de poner una barrera de sonido” decía el pizarrón de Mariana cuando se lo volvió a mostrar a Rodrigo.

-¿Por qué no se lo pedis vos?

“Ya le pedí. Vos tenes influencia”.

-¿Más que Manuel y Rafael? -la risa de Rodrigo salió un poco rara, ya que no podía escucharse.

“Manuel de vacaciones. Rafa tonto”.

-¿Tengo alternativa?

“No si querés recuperar tus orejas”.

-Las voy a necesitar para hablar con Clara.

Mariana afirmó con la cabeza y le indicó con la mano a Rafael que esperara. Éste reanudó su lectura una vez que su vecina comenzó a subir las escaleras. De repente la música dejó de escucharse y unos minutos después Mariana volvió a aparecer en el patio con la caja aislante de sonidos de Rafael y Clara detrás de ella.

-Clara, Rodrigo tiene algo muy importante que pedirte -dijo Mariana devolviendole las orejas a Rodrigo y volviendo a dirigirse a las escaleras -Escuchalo.

-Mariana, sos una pesada, ya te dije que no -gritó Clara a su vecina, pero sentandose en el banco junto a Rodrigo de todas formas, mientras él se ponía las orejas en su lugar -No puedo creer que Mariana te haya metido en esto.

-¿De verdad te sorprende tanto? -preguntó Rodrigo suspirando -Lo que en verdad me asombra es que haya tenido la audacia de secuestrar mis orejas. Debe estar desesperada.

-No puedo hacer lo que ella quiere Rodrigo -dijo Clara evitando mirar a su vecino.

-¿No podés, no querés, algo te lo prohíbe? -dijo Rodrigo girando su cuerpo para quedar lo más enfrentado posible a Clara -¿Hay alguna regla que te lo impida?

-No, no, es algo por completo inofensivo y no existe ninguna regla que lo impida. Además tengo la habilidad suficiente para llevarlo adelante -dijo Clara dudando -Pero de verdad no creo que la situación esté como para andar haciendo magia.

-¿Por qué no? ¿No estás orgullosa de lo que sos? -Rodrigo tomó la mano de Clara entre las suyas -Lo que hiciste para ayudar a la policía fue increíble. Tu ayuda fue imprescindible. Yo sé que estoy orgulloso de vos. ¿Por qué no podés estarlo vos también?

-No, no es que no esté orgullosa. Sólo es que en este momento no me siento del todo cómoda -dijo Clara ocultando una sonrisa y suspirando acotó -Aunque Mariana tiene toda la razón. Este ruido es insoportable y nos vendría bien un poco de paz.

-¿Lo vas a pensar por lo menos? -preguntó Rodrigo golpeando la pierna de su vecina.

-No sé por qué, pero me parece que Mariana no me va a dar mucha oportunidad de pensar.

Un viento frío sobrevoló el patio donde todavía estaban sentados Rodrigo y Clara y acto seguido el repiqueteo de los martillos del edificio de al lado cesó por arte de magia. El silencio solo fue quebrado por un grito de alegría que salió de la casa de las arpías.

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