¡ADVERTENCIA! Este cuento es la continuación de otro. Sugerimos comenzar la lectura por el Capítulo I:Arpías
Mientras cuidaba las plantas del patio interno del edificio Freaks, María Agustina pensaba que no entendía nada de nada. Eso en realidad no era nuevo para ella. No sabía por qué se daban las guerras, por qué había pobreza en el mundo ni de temas de economía. Y estaba segura de que había cosas que nunca jamás en su vida sería capaz de entender.
Ahora frente a ella se alzaba una incertidumbre igual de profunda que la perturbaba y la perseguía. Algo estaba pasando en el edificio, esa parte la tenía más que clara. Las pobre plantas pachuchas era una evidencia de esto. Clara y Rafael se habían encargado siempre de ellas y ahora se las veía de lo más triste, pista definitiva de que algo pasaba entre los dos.
El sonido de la guitarra eléctrica que salía de la casa de Manuel indicaba que el músico estaba practicando. La melodía que generaba se le hacía a Magu tremendamente triste. Manuel ya no pasaba la misma cantidad de tiempo que solía en el patio del edificio. Ya no se tomaba unas cervezas con Gastón, ni iba tanto al bar a ver a Mariana.
Por otro lado Sandra parecía ir contra la corriente. Ella siempre había sido un poco más ajena a la actividad de la casa, eso Magu lo tenía claro. Pero por más que pareciera más positiva y unida que nunca con Sebastián (pasaba días enteros en su casa), había algo raro en ella. María Agustina no creía que su vecina fuera mala. Si un poco rara, pero no cruel.
-¿Qué haces Magu? -preguntó Bruno sentándose en el banco, que estaba junto a la jardinera donde trabajaba la arpía arrodillada -Te traje un poco de agua.
-¡Gracias, Bruno! Pero que considerado -aquella fue una sorpresa agradable para Magu que bebió el agua con rapidez -Es raro ver a alguien acá, en el patio.
-Sí, este lugar está muy cambiado, no hay como negarlo -Burno miró el infinito, evitando los ojos inquisidores de María Agustina -La gente ya no se siente cómoda como antes.
-Pero, ¿por qué? -la pala jardinera cayó sobre la tierra cuando Magu se paró de forma abrupta -Si antes se llevaban todos super bien. ¿Esto es porque se descubrió que somos todos un poco raro?
-Magu, me encantaría tener una respuesta…
-¿Nadie tiene nada para decir? -María Agustina empezó a dar vueltas por el patio. Su pecho subía y bajaba a un ritmo descomunal, y de su espalda salieron dos alas enormes que se empezaron a agitar -¿Las cosas se fueron al diablo y nadie va a hacer nada para evitarlo?
-Magu, tranquila -Bruno puso las manos sobre los hombros de su vecina, pero tuvo que retirarlas al instante porque la piel de ella le quemaba las manos -Esto no es algo que se pueda forzar.
-¿Pero qué pasa? ¿Cómo puede ser que gente que se quería tanto se odie tanto ahora? -la cara de Magu se empezó a transformar en una mascara de sufrimiento que hacía que su lado arpía saliera a la superficie. Bruno la miraba sin saber que hacer -¿No hay nada de nada que se pueda hacer?
-Son muchos años de prejuicios y otros…
-¡Hay que forzarlos a que se sienten juntos! -Magu seguía dando vueltas por el patio y ahora en donde solían estar sus manos había un par de garras con uñas afiladas -Tenemos que lograr que en verdad se conozcan y vean más allá de sus preconceptos.
-¿Qué querés hacer, Magu? -Bruno se agarró la cabeza, pero sonrió. A pesar de la apariencia amenazadora de su vecina, le gustaba ver que alguien estaba reaccionando.
-¡Una cena! Bruno, tenemos que organizar una comida -dijo Magu emocionada agarrando de los hombros a su vecino y retrocedió espantada cuando de la piel del muchacho salieron un par de llamas.
-Magu, no te olvides de lo que pasó con el intento de Sandra -dijo Bruno apagando el fuego sobre su camiseta con aire despreocupado -No salió muy bien que digamos.
-Pero al plan de Sandra le hacía falta un elemento clave -Magu, que había vuelto a su forma más humana, miró a Bruno sonriendo -¡Alcohol!
-¡Ay, qué miedo! -dijo Bruno sin poder reprimir una carcajada -¿Así que tu plan maestro es emborrachar a todo?
-Eso es mejor que nada -Magu se sentó en el banco y le hizo señas a su vecino para que la acompañara -¿Me vas a ayudar? ¿O vamos a seguir viviendo en este clima de mala onda?
-Ok, hagamoslo -Bruno volvió a colocar sus manos en los brazos de su vecina, esta vez sin potenciales quemaduras -De todas formas, tenemos que estar preparados para lo peor.
-Nada puede ser peor que esto -dijo Magu señalando a su alrededor.
El silencio del patio era absoluto. Ambos jóvenes permanecieron sentados en el banco, observando a su alrededor. El hechizo de Clara había aislado todo sonido del exterior. Lo cual podía ser muy bueno, pero parecía que el vacío que se estaba dando en el edificio fuera aún más intenso. Algo tenía que hacerse.