T2. C10. La sensiblidad de Rodrigo

¡ADVERTENCIA! Este cuento es la continuación de otro. Sugerimos comenzar la lectura por el Capítulo I:Arpías

Uno de los pasatiempos preferido de Rodrigo era caminar. Cualquiera pensaría que un tipo duro y osado tendría algún hobby oscuro y riesgoso. Pero lo cierto era que el vecino del edificio Freaks amaba estar al aire libre, sentir el viento en la cara, oir los pájaros cantar y sacar provecho de la soledad que le daba el caminar solo por la calle para meditar.

El otoño era su estación del año preferida. Le encantaba como el clima comenzaba a ponerse frío y el crujir de las hojas bajo sus pies. Ese miércoles no era una excepción. Había estado paseando por el gran parque que había cerca del edificio y volvía a casa feliz y relajado. El encanto se rompió en el momento en el que fue a cruzar delante del portal del edificio nuevo de al lado.

Delante del portón de vidrio de la agrupación de apartamentos que habían junto a Freaks, sentado sobre los escalones de la entrada, había dos chicos vestidos de forma casual, con jeans flojos, grandes camisetas, y mientras que uno de ellos llevaba unos rulos despeinados, el otro ocultaba su cabeza rapada debajo de una gorra. Cuando Rodrigo pasó delante de ellos, le pareció escuchar que se reían y entre sus carcajadas estúpidas le creyó escuchar las palabras “parche” y “pirata”.

Rodrigo no se tomaba a sí mismo demasiado en serio. No le importaba lo que la gente pensara de él y le era indiferente que se burlaran de su apariencia en general. Pero si había algo que en verdad le molestaba era que se burlaran de su parche. Por un lado pensaba que estaba totalmente injustificado, porque consideraba que le quedaba muy sexy y le daba un look misterioso y seductor. Por otro lado, pensaba que era totalmente insensible, aquellos punks no tenían ni idea de cómo había perdido el ojo.

Un gran odio se despertó dentro de la cabeza de Rodrigo, pero al ser un hombre precavido, le gustaba saber que su furia y deseo de venganza estaban justificados antes de actuar. Fue por esta razón que, mientras caminaba hacia la puerta de su casa con toda calma, se sacó el ojo de debajo del parche y lo escondió entre los pelos que tapaban su nuca.

Entre sus cabellos vio la confirmación que necesitaba para disparar su odio. El chico de gorra se había puesto de pie y estaba imitando a Rodrigo como si se tratara de un pirata, mientras que su amigo de rulos se agarraba el estomago mientras no paraba de reír. Rodrigo no se consideraba un hombre muy emocional, pero si tenía una fibra sensible dentro de su cuerpo, sus nuevos vecinos acababan de tocarla.

Cuando Rodrigo atravesó la puerta del edificio Freaks ya sabía que iba a vengarse de aquellos dos tontos. No tenía claro de ni cómo ni cuando, pero estaba seguro de que lo haría. Mientras que subía las escaleras que lo conducían a su casa, el joven pensó que en la vida que llevaba siempre había sido la información la que había jugado un rol principal. Y en aquel caso sería el conocimiento también lo que le permitiría llevar a cabo su venganza.

A la hora de recabar información Rodrigo sabía que contaba con una herramienta que le daba una gran ventaja, esta era sus ojos y sus orejas móviles. El hombre pensó que lo tendría mucho más difícil, pero solo tuvo que pegar su oreja en la habitación del chico de rulos por un rato para descubrir que se estaba acostando con la novia del que llevaba gorra.

-Tengo miedo a preguntar -dijo Clara parándose junto a él que estaba sentado en la galería superior del edificio -Pero igual quiero saberlo. ¿Qué hacés?

-Me parece bien que preguntes -Rodrigo le hizo un gesto con la mano a Clara para que se sentara junto a él -Estoy escuchando a uno nuestros vecinos tener sexo -la bruja que ya se había sentado lo miró con ojos desorbitados.

-Sabía que iba a arrepentirme de haberte preguntado -dijo Clara comenzando a ponerse de pie otra vez, pero Rodrigo se lo impidió.

-No es lo que pensás. Y ahora que lo sabés, me podés ayudar.

-Definitivamente no debería haber preguntado nada -Clara meneó la cabeza -¿Cómo metiste tu oreja ahí adentro?

-Mis orejas son muy obedientes y se mueven solitas -en ese mismo instante la oreja de Rodrigo apareció rodando pegada a la pared -Solo tengo que tener cuidado en que nadie las vea. ¿Me vas a ayudar?

-¿Qué tengo que hacer? -Clara respiró resignada.

La tarde siguiente Rodrigo se encontró con las circunstancias ideales para llevar adelante plan. Como él esperaba, allí delante del edificio de al lado, estaban los dos chicos de la tarde anterior, disfrutando de unas cervezas heladas y el viento fresco que corría.

Que Clara se hubiera interesado por lo que hacía la tarde anterior, le había dado la pieza clave que necesitaba para ejecutar su venganza. Le había costado un poco convencer a la bruja de que se prestara a colaborar con su plan. Pero Clara tenía un corazón muy grande, incluso para sus locuras y no pudo decirle que no. Así que que Rodrigo, con Clara del brazo, y después de que ella se aprendiera bien sus líneas, se encaminaron a pasar delante de sus vecinos.

-De verdad, ¿quién dice algo así durante el sexo? -gritó Clara con una voz un poco más forzada de lo necesario -¿Mi león salvaje? ¡Qué cursileria! ¡Ay, Agustín, mi león salvaje! Y así estuvo la vecina ayer durante toda la tarde. Me dio pesadillas.

Rodrigo había colocado a Clara de forma estratégica para que en el momento dado que ella fuera a decir su gran frase, él fuera capaz de ver la expresión del “chino”, que así le decían al chico de gorra, cuando Clara dejará en evidencia el hecho de que su novia se acostaba con su vecino y amigo y para rematarla, la falta de originalidad de la chica en cuestión, hacía que les dijera igual a los dos amantes.

Ambos vecinos del edificio Freaks continuaron caminando después de dejar caer la bomba. Por sobre el hombro de Clara, Rodrigo volvió a observar a los dos amigos, y aun con un solo ojo vio cuenta de que su plan había tenido éxito. El Chino se había puesto de pie y avanzaba de forma amenazante hacia su amigo. Mientras seguía caminado con Clara, Rodrigo sonrió satisfecho. Ahora pensarían dos veces antes de burlarse de él.

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