A lo largo y ancho de la vida humana; desde que nació el primer hombre; en el tiempo finito que abarca la existencia de una persona y hasta el fin mismo de la humanidad, a la gente no le queda más remedio que reconocer que es totalmente imposible controlarlo todo. Una vida está llena de azares, posibilidades, un sinfín de combinaciones que tienen como consecuencia una innumerable cantidad de factibles resultados.
De lo que sí no hay menor duda es que cada acción tiene como consecuencia una reacción. Los acontecimientos están vinculados unos con los otros, y un determinado desenlace depende siempre de que ciertos eventos contribuyan a que las cosas se den de una forma y no de otra. En el caso de la historia de amor entre Almudena y Manolete, las posibilidades estaban a un 50%. Su explosivo y apasionado romance era una opción del futuro, como tantas otras que se mezclaban en el mazo de cartas de la anciana Lola, junto muchos otros destinos diferentes para cada uno.
El momento clave en la historia de ambos se dio en una cálida noche de abril, cuando se montaba el tablado de Montenegro. La caravana de Manolete estaba aquel día de paso en el pueblo donde Almudena vivía. Lola, la adivinadora que había ubicado su puesto cerca del tablado, parecía tener en sus manos el destino de estos dos amantes, que como auguraba la rueda de la fortuna, podía darse, desarrollarse con obstáculos, o no suceder en absoluto.
Esa misma tarde el diablo parecía haber escondido los zapatos rojos de Almudena. En el desorden de su existencia, la joven no podía encontrar aquella pieza que era siempre su talismán a la hora de bailar. Buscó y buscó, hasta que finalmente dio con ellos. De no haberlos encontrado, se hubiera quedado en su casa y otro sería el desenlace de esta historia.
Por otro lado, la estrella que brillaba en el cielo, y en las cartas de Lola, auguraba que había esperanza. Fue la guía que llevó al campamento de Manolete a salvo al pueblo y permitió que sus habitantes se unieran al tablado, para participar de los bailes, y los juegos de azar, donde el chico pretendía cambiar su suerte, que le había estado jugando una mala pasada en lo que iba del año.
Las líneas de los destinos de nuestros dos desconocidos estaban cuando comenzó la fiesta en lugares opuestos del tablado, y enredadas con la de docenas de personas más que esa noche se encontraban allí. Con calma y paciencia Lola mezclaba las cartas que esa velada podían darle a ambos jóvenes tanto un final como otro. Pero eso solo el tiempo lo diría, o cuando la vieja adivina lo viera en la tirada.
La fuerza acompañaba a Almudena en su potente taconear. Su cuerpo, lleno de arte, se movía al ritmo de la música que hacía que la presencia de la muchacha no pasara por desapercibida con facilidad. Su porte era magnifico e hipnotizaba a todo aquel que la mirara bailar. Con sus manos y dedos ella misma iba tirando de los hilos que podían acercar su destino al de Manolete.
En una mesa de juego, donde los dados dictaban la suerte, Manolete tentaba a la suya. Pero la luna invertida no quería que el juego se desarrollara con tranquilidad ni que el chico viera a Almudena por primera vez, ya que en el momento en el que él hubiera levantado la vista y la podría haber descubierto bailando, uno de los jugadores descubrió a otro hacer trampa y se desató una pelea. Un puño, que pretendía llegar a otro punto, hizo que Manolete se desorientara por un momento, perdiera la oportunidad de ver a Almudena y casi abandonara el tablado.
La baraja que tiraba Lola no estaba contribuyendo a que los destinos de Almudena y Manolete se cruzaran. La siguiente carta en salir fue la de la sacerdotisa que se personificaba en la carne de una amiga de Almudena, que siempre había tenido un poco de envidia de ella. No resistiendo ver a Almudena bailar por más tiempo, su amiga la tomó de los hombros fingiendo un espíritu juguetón, que en verdad no sentía, y la mareó, enviándola entre falsas risas a otra punta del tablado. En este rincón del mundo, nuestra joven protagonista podría haber conocido a Antonio y tenido una vida por completo diferente.
Mientras que el destino de Almudena parecía estarse cerrando y encontrando su cauce, Manolete beso los dados rogándole a las fuerzas más elevadas que le trajeran algo de suerte. Aquel gesto y la siguiente carta echada lo cambiaron todo. El mundo se presenta siempre como un espacio lleno de posibilidades, donde los caminos pueden llevar a miles de lugares diferentes sin importar donde empiecen.
En el momento en el que Lola sacó la última carta de la tirada, un giro que dio Almudena hizo que colapsara de lleno contra el cuerpo de Manolete, que se había alejado de la mesa de juego por un instante a celebrar que había salido el número que él quería. En ese preciso instante el destino chocó con la suerte e hizo que la que era una historia de posibilidades, se materializara.
La carta que sacó Lola, los amantes, auguraba un futuro cercano ardiente para ambos, y la forma en que se enredaron sus miradas cuando los dos se vieron a los ojos por primera vez, parecía corroborar ese augurio. Los eventos cercanos parecían muy previsibles, pero lo que fuera pasara a largo plazo entre ellos, ya dependería de otra tirada.
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