El beso ambiguo

Mientras iba hacia el bar en el autobús, Alex pensaba en que si bien la vida era una serie de días consecutivos, había pocos que parecían ser reales, escasos momentos en que la gente vivía de verdad y que resto del tiempo pasaba a través de uno sin dejar ningún tipo de huella o marca, como si nunca existieran en primer lugar.

En el bar, esperando que Alex llegara, Rene reflexionaba acerca de lo lento que pasaba el tiempo cuando uno está esperando. Los segundos se movían con lentitud, mientras que revolvía el café con la pequeña cucharita. Pero sabía que en el momento en el que Alex llegara, las agujas del reloj comenzarían a moverse a un ritmo vertiginoso y el tiempo parecería haberse acabado antes que nada empezara siquiera.

En un día como aquel Alex era consciente de que desde que se había levantado había estado esperando que llegara la oportunidad de encontrarse con Rene. Se sentía culpable de no haber podido disfrutar al máximo de sus clases de cocina pensando todo el rato en que quería que llegara la hora de ir al bar donde vería a Rene. También era cierto que aquel día era especial. Tenía pensado animarse a dar un paso que nunca antes había tenido el valor de dar y eso hacía que el encuentro de esa tarde fuera diferente.

Cuando Rene vio por fin llegar a Alex sintió que su corazón se frenaba en su pecho. Su cabeza rapada y su andar despreocupado le daban un aire de libertad y paz que se contagiaba a quienes estaban a su alrededor. Desde el momento en que se conocieron se había dado una conexión muy fuerte, que Rene creía que no era fácil de alcanzar con cualquier persona. Esa sensación de perderse en los ojos del otro mientras la conversación fluye como un río.

La amistad que les unía hacía que Alex se sintiera culpable de mirar a Rene de aquella forma. No podía evitarlo. Cuando se acercaron a compartir los dos besos ceremoniales, Alex tuvo que contener la respiración por un instante, para no oler el pelo de Rene y quedar aún más en evidencia de cómo le perturbaba su presencia. Logró contener sus emociones y llevar a cabo la pantomima por un rato más. Hacer de cuenta que la amistad que había era suficiente, antes de llegar al momento de confesar que en verdad la relación que tenían ya no le alcanzaba.

Había algo diferente en el aire aquel día, una tensión que nunca había sentido estando cerca de Alex. No era una sensación desagradable, era solo algo nuevo que generaba una dinámica extraña. Mientras Rene le mostraba en su teléfono la foto de su nueva moto y como había quedado con los arreglos mecánicos, sentía la mirada de Alex sobre su rostro como nunca antes la había sentido. Cuando por un segundo los dedos de Alex rozaron su mano, Rene sintió que un escalofrío recorría su espalda. Sus ojos quedaron fijos en las uñas, mientras los dedos recorrían rápido su piel.

Una vez que las bebidas estuvieron servidas en la mesa, Alex sintió que el tiempo comenzaba a apremiar. Su cuerpo se lo decía, aquel tenía que ser el gran momento. Está claro que por más que analicemos actos, cosas que consideramos señales y evaluemos la suma de todo esto, se puede llegar a ciertas conclusiones, ya sean erradas o acertadas. Alex creía en lo más profundo de su ser que Rene sentía lo mismo, pero no tendría la certeza hasta que diera el paso que estaba a punto de dar.

Si hubiera estado en su poder, Rene hubiera congelado ese preciso instante. Podía equivocarse, pero tenía una idea de lo que estaba a punto de suceder, algo que había estado esperando hace meses. Lo que había empezado como una amistad había ido evolucionando hacia algo más. Muchas veces se había preguntado si debía animarse a ir a más. La cobardía era la causa por la que nunca había hecho lo que creía que Alex estaba a punto de hacer.

Seguían mirando fotos en el teléfono de Rene y Alex aprovechaba la excusa de poder acercarse lo más posible. Mientras Rene le mostraba unas imágenes, Alex acercó su cara a la suya, tan cerca como no habían estado jamás. Podía oler su perfume dulce de jazmines y se preguntó si siempre había olido de esa forma tan espectacular. No dejó que ese pensamiento distrajera su atención y cuando Rene se giró ligeramente para preguntarle que le parecía un vestido, Alex le plantó con una ternura infinita sus labios sobre los de Rene.

Fue un instante mágico, Rene sintió la calidez de la boca de Alex sobre la suya y un golpe de energía recorrió su cuerpo de pies a cabeza. Era demasiado bueno para ser verdad, había mirado, admirado y amado a Alex de cierta forma de lejos y por tanto tiempo, siempre con el temor de que podría pasar si sus sentimientos no eran correspondidos.

–Rene –la voz de un chico sonó detrás de la pareja –Te estamos esperando.

El hechizo se había rotó, Rene se puso de pie con torpeza y se excusó ante Alex, explicándole que no se había dado cuenta de la hora, pero era tarde y sus amigos esperaban que fuera con ellos. Rene se alejó antes de que Alex tuviera tiempo de objetar. Permaneció allí, tocándose los labios y reflexionado acerca del beso que acababan de compartir. Había sido un gesto poco decisivo. Alex había tenido cautela al besar a Rene, no sabiendo cómo reaccionaría ni que esperar. Si bien era cierto que Rene no había apartado la cara, no había tenido tiempo suficiente para ver si se lo devolvía o no.

Alex estaba a punto de ponerse de pie cuando Rene apareció otra vez, se dirigió hacia la mesa y sin esperar un instante, se sentó sobre Alex y ante la mirada sorprendida y curiosa del resto de los clientes del bar, le dio un beso que le cortó la respiración a Alex y todos los que miraban.

–Quería que no hubiera dudas –explicó Rene poniéndose de pie –Odiaba quedarme con la sensación de que había sido un beso ambiguo.

Si la vida pudiera resumirse solo con momentos claves, pensó Alex riendo mientras miraba a Rene alejarse, ese sería sin duda uno de los suyos. Ahora solo podía esperar que el futuro le deparara un montón más de besos como aquellos, los ambiguos y los no tanto.

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