El tango es considerado para muchos la danza más sensual y provocativa inventada por la raza humana. Una sinfonía de movimientos sinuosos, explosivos y carnales componen este baile embriagante de raíces turbias. Era justamente este aire de prohibido y desafiante lo que le gustaba a Miriam. Porque era mediante los pasos premeditados, que siguiendo el ritmo del tango que ella podía simular su deseo más oculto: besar a Saúl.
Este espécimen masculino alto, sensual y que se deslizaba por la pista de baile con una gracia y talento inigualable era la pasión extremadamente vedada de Miriam. Había tantas razones por las cuales una relación entre ellos era imposible que ella prefería ni pensarlo. Solo se concentraba en bailar, saborear el momento y pensar que aquel acto representaba el más salvaje de los besos.
Era consciente de que no era lo mismo, pero Miriam prefería hacer de cuenta que sí. Cuando él se ponía de pie frente a ella, ambos cuerpos a un palmo de distancia, segundos antes de que él levantar su brazo para rodear la cintura de ella, esto era para Miriam el momento de tensión previa a un beso. Ese segundo en que ambas miradas se cruzan, cómplices de lo que está a punto de suceder, cuando el deseo es contenido por un instante más antes de ser finalmente liberado. Así era para Miriam el comienzo del tango.
Cuando el brazo de Saúl estrechaba su cuerpo al de él y su otra mano tomaba la suya con firmeza era un acto liberador. Ese segundo en el que los labios se rozan apenas por primera vez, se separan y dejan escapar un suspiro aliviado de sentir que ese beso tan deseado se está por fin manifestando.
Deslizarse por la pista de baile al son de la erótica melodía era para Miriam el comienzo de la verdadera gloria. Cuando los labios por fin se separan, convirtiendo el roce fugaz del principio en un acto con fuerza y determinación. La certeza de que no fue solo un gesto perdido en el tiempo, sino un momento clave que queda grabado en la historia.
La pasión se desboca cuando la pierna de ella abraza la de él para realizar el seductor recorrido. Como una lengua que vence la barrera de los labios, y se interna dentro de la otra boca expectante, proporcionando una deliciosa mezcla entre placer y desesperación que solo puede ser apaciguada por ese mismo beso.
El paso en que Saúl hacía que Miriam saltara llevándola de un lado al otro de su cuerpo, la tensión generada por la cercanía entre ellos se rompía por una fracción. Al igual que la boca de dos amantes se separan por un segundo a respirar, buscando un alivio a la fuerza de la pasión que los mantiene unidos, lo más cerca posible, fundidos el uno en el otro.
Bajar por la pierna de Saúl hasta casi tocar el suelo generaba un torbellino de sensaciones dentro de Miriam. Simbolizaba un nuevo brote de deseo desenfrenado después de la calma. Dejar fluir libre las sensaciones y acariciar la piel y el alma. La vuelta a la carga de los labios, dientes y lengua para continuar con el beso descontrolado.
Cuando el baile llegaba a su fin, cuando la música dejaba escapar sus últimos acordes y llegaba la hora de separase de Saúl, no era tristeza lo que embargaba a Miriam. Una enorme sensación de calor la invadía de pies a cabeza y la dejaba sin aliento. No había forma de describir lo que ese baile le generaba. Para ella lo único importante era que cada vez que bailaba aquella danza recibía los mejores besos que nadie le hubiera dado jamás.
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